Todo lo que creía, o mejor dicho, todo lo que me obligaron a creer, resultó ser una mentira. Lo que consideraba bueno resultó ser malo. Lo que yo consideraba libertad resultó ser esclavitud. Lo que pensé que era verdad resultó ser una mentira. Lo que yo consideraba “paz” resultó ser la guerra.

Mi alma, después de haber pasado por el infierno terrenal del sufrimiento, murió y nació de nuevo. Habiendo escapado de la oscuridad hacia la luz, me prometí liberar a la mayor cantidad de personas posible de la ignorancia y la ira.

Me prometí encontrar una cura para el sufrimiento de miles de millones de personas buenas, amables y trabajadoras, para detener la destrucción de la naturaleza, nuestro único hogar, para ayudar a las personas que sufren depresión y pérdida de sentido en la vida. Me prometí dedicar mi vida a hacer del mundo un lugar mejor.

“Si una persona no tiene un sueño, está muerto”. – Sumerios hace 6,000 años.

Han pasado seis mil años. ¿Ha cambiado algo con respecto a una persona con su sueño? ¡Nada! En el mundo moderno, casi siempre vemos personas que todavía son jóvenes, fuertes, pero sin sueños y sin metas en su vida, son impulsados por la apatía.

Biológicamente, por supuesto, son personas vivas, fuertes, sanas, pero en el campo del desarrollo de la personalidad están muertos, no se esfuerzan para nada.

Como dice mi amigo Peter Silkin, mirando a un hombre que vive según el principio del “Día de la Marmota”: “Este hombre murió hace mucho tiempo, se olvidaron de enterrarlo”.

Bienvenido(a) al comienzo de tu transformación.